MI PARKINSON



Las personas con parkinson interesadas que quieran contarnos su experiencia relacionadas con la enfermedad y deseen que se publiquen pueden enviar sus cartas a la direccion de correo de la asocioacion para su posterior publicación en este apartado

País del Parkinson [14 KB]

Carta Testimonio de un Pianista de 28 años Enfermo de Parkinson [14 KB]

P, de Parkinson

P, de Parkinson, dijo el médico
P, de “¿por qué?, dije yo
Pues..., así es, respondió
P, de putada, con perdón
P, de problema, que suena mejor
P, de perdido, sentí
P, de pozo, de pesadilla
Pero... piensa, pasado lo peor
P, de p´alante
P, de proseguir
¡Que el Parkinson no te pare!
Puede que tus posibilidades sean pequeñas
Pero puedes participar, poner de tu parte
Para ti este poema
sácale provecho
con P, de Parkinson, si
pero sin P, de penas
para ti el presente, que te pertenece
puedes poner en el lo que prefieras

José Sánchez-Cerezo



Cuánta música aún se puede hacer

El 18 de Noviembre de 1995, el violinista Itzhak Perlman ingresó al escenario del Avery Fisher Hall, en el Lincoln Center de Nueva York. Si alguna vez tuviste la suerte de asistir a un concierto de Perlman, sabrás que el simple hecho de ingresar al escenario no es un logro menor para él. Siendo niño, tuvo polio, y hoy se desplaza trabajosamente con muletas y unos refuerzos ortopédicos en ambas piernas. Verlo atravesar el escenario lentamente, es sobrecogedor. Camina dolorosamente pero con dignidad hasta llegar a su silla. Entonces se sienta lentamente, coloca sus muletas en el piso, afloja sus refuerzos ortopédicos, recoge un pié hacia atrás, y extiendo el otro hacia adelante. Luego se agacha y toma su violín, lo acomoda bajo su mentón, le da la señal al director, y comienza a tocar.
A esta altura, la audiencia está acostumbrada a este ritual. Todos observan callados mientras él se desplaza hasta su silla. Permanecen sentados en respetuoso silencio mientras él afloja sus refuerzos, y lo esperan hasta que comienza a tocar. Pero esta vez, algo anduvo mal.
Justo cuando concluían los primeros compases, una de las cuerdas de su violín se rompió y salió disparada como un látigo por la platea. No había dudas de lo que significaba ese chasquido. Tampoco había dudas de lo que Itzhak tendría que hacer. Los que estábamos allí esa noche pensamos que tendría que ponerse de pie, calzarse los refuerzos nuevamente, tomar las muletas y retirarse del escenario, ya sea para conseguir otro violín, o para cambiar la cuerda rota.
Pero no fue así. En realidad esperó un momento, cerró los ojos, y le dió la señal al director para que comenzara de nuevo. La orquesta comenzo a tocar, y él tocó con tal fuerza y pasión, y con tal pureza como nunca antes lo habiá hecho. Por supuesto, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo se yo y lo sabés vos. Pero esa noche, Itzhak Perlman se negó a saberlo. Se lo podía ver modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un momento, sonaba como si estuviera cambiando la afinación de las cuerdas para lograr sacarles nuevos sonidos que nunca antes habían emitido. Cuando terminó, hubo un silencio absoluto. Entonces el público se puso de pie y hubo una ovación extraordinaria desde cada rincón de la sala. Todos lo aclamábamos a viva voz, y haciendo todo lo que podíamos hacer para expresarle cuánto apreciábamos lo que había hecho.
El sonrió, se secó el sudor de la frente, levantó su arco para pedir silencio, y dijo - modestamente, en un tono tranquilo, casi reverente - " A veces, es tarea del artista descubrir cuánta música aún se puede hacer con lo que a uno le queda..."
Que frase! Quedó resonando en mi mente por siempre desde que la escuché. Quién sabe? Quizás esta sea la definición de la vida - no sólo para los artistas, sino para todos nosotros. Un hombre que se preparó toda su vida para tocar música con un violín de cuatro cuerdas, en medio de un concierto se encuentra repentinamente con un violín de tres cuerdas.
Entonces hace música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con sólo tres cuerdas fue más hermosa, más sagrada, más memorable, que cualquiera que haya hecho antes cuando contaba con las cuatro cuerdas.
Tal vez nuestra tarea en este mundo cambiante, vacilante, desconcertante en el que vivimos, sea hacer música con lo que tenemos, y entonces, cuando eso ya no es más posible, sea hacer música con lo que nos queda.

Jack Riemes, Houston Chonicle, 10-02-2001”